jueves, 29 de abril de 2010

Un polvo.

Sonó el timbre al otro lado del pasillo. Era él. Entró precipitadamente y me besó. Puso sus manos frías en mis muñecas y me condujo hacia la cama. Era tal la costumbre que no me indignó su atrevimiento.Se dispuso a desabrocharme los botones superiores de la camisa de seda que me regaló mi abuela -que en paz descanse-, esa que tanto me encantaba.

Su intento fue en vano. Desgarró la tela, yo me quedé sin camisa. No se lo discutí, reprimí el llanto mientras le quitaba el cinturón y le bajaba los pantalones.

En un par de minutos estábamos los dos, acostados, ya desnudos. Me besaba dulcemente y acto seguido sus labios se dejaban caer por mi cuello.Él estaba deseoso, por lo que, sin más reparos, empezamos a follar. Sin duda, era fantástico, pero... yo seguía pensando en la camisa deshilachada todavía postrada en el suelo.



Se corrió.



- ¿Quieres un cigarro?- me dijo entre hondas respiraciones.
- Quiero una camisa nueva.- susurré para mí.


3 comentarios:

  1. Tengo una pequeña duda. ¿Todo lo que aquí escribes es tuyo? Quiero decir, ¿te pasa en la vida real? ¿O simplemente es la imaginación de una gran escritora?
    Me dejas sin palabras.

    Besos

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  2. Oh Dios, una manera muy buena de cortar el royo xDD Es genial, me encanta y te sigo, va?

    Mr.Black

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  3. parece que para ella no fue ni un polvo.

    ¡un beso!

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