Volvió a levantarme del suelo con esa apagada sonrisita de culpabilidad. No era culpa suya, yo me caía de forma involuntaria, y él sólo era el que me ayudaba a levantarme. Me pregunto que sería de mi sin su mano a mi lado. Volví a levantarme quitandome con la manga de la camisa las lágrimas de mis mejillas, y el seguidamente me acarició el pómulo. Me sonrió y me dijo con un vertiginoso quizás, que no me volvería a caer más. No podía creer del todo en sus palabras, no era la primera vez que me había dejado sola, así que no me cuesta imaginar que tal vez, tampoco fuera la última..
sábado, 29 de agosto de 2009
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Me gusta mucho esta entrada... la sensación de apego a alguien haga lo que haga que describe es tan real...
ResponderEliminarCreo que voy a seguirte ;)